Miércoles, 29 Octubre 2014 16:27

Congreso Nacional entregó distinción especial a Nelson Roumat Guzmán

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El ex alcalde de la ciudad puerto y concejal en dos oportunidades hoy se encuentra dedicado a su labor en la iglesia evangélica tanto como pastor como también en las Relaciones Públicas a nivel nacional de la Iglesia Evangélica Pentecostal

Este 31 de octubre se celebra una vez más el Día Nacional de las Iglesias Evangélicas y Protestantes. Fue instituido mediante la ley 20299 del anterior gobierno de la presidenta Michelle Bachelet, específicamente en el año 2008 y como una manera de honrar a las iglesias evangélicas y protestantes del país.

Y justamente en estos días el Congreso Nacional entregó una distinción especial a un hijo de San Antonio por sus servicios distinguidos.

El testimonio de aquello, grabado en madera con las firmas de Isabel Allende y Aldo Cornejo, presidentes del Senado y de la Cámara de Diputados respectivamente, se encuentra sobre la mesa de centro de su casa habitación de calle Nápoles, muy cercana a la población 30 de marzo.

Nelson Roumat Guzmán, ex alcalde de la ciudad puerto y concejal en dos oportunidades y quien un día abandonara el mundo de la política contingente para entregarse de lleno a su labor en la iglesia evangélica tanto como pastor como también en las Relaciones Públicas a nivel nacional de la Iglesia Evangélica Pentecostal, es el habitante de aquella casa junto a su esposa y compañera de toda la vida Gladis Jara, quien es la Pastora de la iglesia local y encargada de las damas de dicho culto.

Sus hijos han abandonado el nido  desde los tiempos universitarios y ya como profesionales mantienen el vínculo con sus padres y con la iglesia a la cual todos pertenecen.

Nelson Roumat se encuentra aquejado hoy por una grave enfermedad a la cual le ha dado una batalla descomunal porque siente que aún es necesario para su mujer, hijos y sus amados hermanos pentecostales, “canutitos” como él les llama.

No deja de ser curioso que a pesar de tan adversas circunstancias, don Nelson solo tenga palabras de agradecimiento por todo lo que se le ha permitido vivir y la sonrisa logra disimular un tanto las largas sesiones de quimioterapia que lo dejan exhausto pero sin perder las ganas de trabajar por este San Antonio que tan bien conoce.

Sus recuerdos junto a su esposa Gladis le entusiasman y recuerda los días en que dirigía un sindicato de la ex Corvi donde trabajaba y los años de pertenencia al MAPU, lo que no impidió que el Codeco de la época le nombrara alcalde en los tiempos en que Pinochet aún gobernaba el país. Fue llamado el “alcalde de la transición” y su idea de un municipio abierto, democrático y participativo, caló hondo en los ciudadanos y partidos políticos de entonces y que varios de estos conglomerados y en forma transversal le propusieran participar en las elecciones del año 92 como candidato por sus respectivos partidos. Don Nelson, como cotidianamente le llaman aquellos que le conocen, de fuerte pensamiento social demócrata, optó por lo que entonces representaba el PPD, partido al cual renunció años más tarde cuando en meditada decisión  dejara este tipo de servicio público para entregarse de lleno a su pastorado. 

Nelson Roumat, agudo observador de nuestra realidad, dice de inmediato que San Antonio tiene una forma distinta de ser, que sus gentes se preocupan por su entorno y procuran arreglar sus viviendas, lo que para él es signo indesmentible que las personas confían en el futuro de la ciudad puerto y no tiene problemas en señalar que la comuna tiene un gran alcalde que a logrado que ese cambio se concrete. 

Nelson Roumat se siente agradecido por el reconocimiento del Congreso Nacional, quizá sin dimensionar en su justa proporción lo que aquello signifique para un ciudadano de la República.

 Roumat, un hombre que a pesar que abandonó la vida política para atender a su feligresía, no reniega de ella y ha cultivado lazos de amistad con quienes la ejercen a diario y que muchas veces llegan hasta su casa para solicitar un consejo o una palabra de aliento, y que el entrega con alegría y holgura a pesar de su propio sufrimiento. 

Sin duda, un reconocimiento justo y oportuno.

 

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